Historia/mito de Eros (Cupido), dios del Amor

Laura Cabrera Guerrero
Historia del Arte
Eros, o probablemente más conocido por su nombre en romano, Cupido, es una de las divinidades más fascinantes de la mitología grecorromana. Dios de una fuerza tan misteriosa como es el Amor, se trata de un personaje verdaderamente complejo, pues no conseguimos averiguar si sus actos son bondadosos o más bien retorcidos. En el arte, habitualmente es representado como un joven o infante alado, con cara traviesa y el arco y las flechas junto a él. Derivan de este dios, los amorcillos (putti en latín), un elemento muy recurrente en el arte clásico o en el Renacimiento. Ilustración de Sampajano-Anizza.

¿Cuándo nace el Amor?

Existen dos versiones diferentes del nacimiento de Eros. En una de ellas, de acuerdo con Hesíodo, se dice que el dios es mucho más antiguo que la generación de los Olímpicos.

Debemos remontarnos a un pasado remoto, en el que Eros habría surgido del propio Caos.

Junto a Gea (La Tierra), el Tártaro (Las profundidades) y otras entidades más surgió Eros, uno de los hijos del Caos.

Se trataría, por tanto, de una fuerza elemental, que gobernaba el mundo mucho antes que llegaran los dioses Olímpicos, y tenía un gran poder en el Universo.

Sin embargo, en la versión más extendida, se concibe a Eros como una divinidad menor, hijo de la unión entre Afrodita y Ares. Es con esta versión cuando comienza a verse a Eros con el aspecto que habitualmente lo imaginamos: un niño travieso, con un carácter caprichoso e incluso cruel, armado con su arco y flechas, que llevaba en un carcaj sobre su hombro.

Este contenía dos tipos de flechas: las de oro, que provocaban el amor y el deseo a aquél o aquella a quien disparara, y las de plomo, su opuesto, pues generaban rechazo e incluso odio al entrar en contacto con la víctima.

El amor protagonista

Eros interviene o protoganiza muchas leyendas, que nos sirven para darnos cuenta de ese fuerte e inestable carácter atribuido siempre a él.

Ser el dios del Amor no significa ser débil o inferior a otros dioses, y Apolo es uno de los que aprenderá muy bien esta lección, pues al burlarse de Cupido, tratándolo de un dios pequeño e insignificante, este le disparó una flecha de oro al dios del sol, y una de plomo a la ninfa Dafne, provocando a Apolo la desesperada búsqueda de un amor imposible, del que Dafne huía, hasta que pidió a su padre que la liberara de aquella tortura, y él la convirtió en un árbol de laurel, como nos narrá Ovidio en sus Metamorfosis:

El primer amor de Febo fue Dafne, la hija del Peneo, hecho que no fue infundado por un azar pequeño, si no por la cruel ira de Cupido. El dios de Delos (…) había visto hacía poco que, tirando de la cuerda, doblaba las extremidades del arco y le había dicho: «¿Qué intentas hacer, desenfrenado niño, con estas armas? (…) son propias de mis espaldas; con ellas yo puedo lanzar golpes inevitables contra una bestia salvaje o contra un enemigo (…). Tú conténtate con encender con tu antorcha unos amores que no conozco y no iguales tus victorias con las mías». El hijo de Venus le contestó: «Tu arco lo traspasa todo, Febo, pero el mío te traspasará a ti».
Ovidio: Las Metamorfosis. X: Dafne se transforma en laurel (vv. 452 – 567)

Este fragmento refleja ese cruel y vengativo carácter de Cupido, que como vemos Ovidio se refiere a él como hijo de Venus, la segunda versión. Probablemente, que fuera hijo del Caos, era la versión griega (que encontramos en Hesíodo) y la de un dios menor fuera ya romana, del poeta Ovidio.

Eros y Psique

El relato más famoso que protagoniza este dios es junto a la joven Psique, una mortal tan bella, que despertó los celos de Afrodita (o Venus), quien le pidió a su hijo que lanzara una de sus flechas doradas contra ello, para que se enamorara del hombre más feo que encontrara.

Eros estaba dispuesto a cumplir esta tarea, hasta que vio a Psique con sus propios ojos. Era tan bella que incluso enmudeció al mismísimo dios del Amor, que lanzó la flecha destinada a Psique al mar.

Para no enfadar a su madre, Eros yacía con su amada siempre en la oscuridad. La joven Psique estaba completamente enamorada de su misterioso amante, pero no podía evitar sentir curiosidad de ver el rostro, deseaba ver su aspecto.

Una noche, mientras la pareja descansaba acurrucada, Psique decidió actuar, encendió una lámpara de aceite y la sostuvo delante de Eros, para poder ver su rostro al fin. Cuál sería su sorpresa al encontrarse frente al bello dios del Amor.

Pero Cupido tenía el sueño ligero, y una gota de aceite caliente resbaló a su rostro. Al ver que Psique había desobedecido su deseo de permanecer oculto, enfureció y se marchó de allí rápidamente.

Psique, desconsolada, suplicó a Afrodita (la cual ya se había enterado de todo) que le devolviera a Eros, haría lo que hiciera falta. Afrodita le propuso una serie de trabajos durísimos y prácticamente imposibles de realizar, pero Psique mostró la mayor entereza que jamás había visto.

Eros, que pese a su orgullo seguía enamorado, al ver todo lo que Psique hizo por recuperarlo, volvió con ella, la sujetó en volandas y la llevó volando consigo hasta el Monte Olimpo, donde la hizo su esposa, y Psique se convirtió en la diosa del alma.

Venus y Cupido

Finalmente, debemos tener en cuenta la compleja relación que se establece entre Venus y Cupido. Siguiendo la versión de madre e hijo, como diosa y dios del amor no son la misma cosa. Según algunos se complementan, según otros son amores opuestos.

En la variante más popular, Venus es la diosa del amor puro, bondadoso y real, verdadero y el más espiritual. Ella no necesita de flechas, no utiliza ningún truco.

Cupido, en cambio, se asocia al amor interesado, lujurioso, caprichoso, no es tan real, está manipulado.


Autora

Escrito por Laura Cabrera Guerrero para la Edición #17 de Enciclopedia Asigna, en 09/2011. Laura es estudiante avanzada en la carrera de Historia del Arte en la Universidad de Barcelona. Aficionada a leer y escribir sobre la historia, el arte, la mitología, la música y la literatura.