Historia/mito de Hermes

Laura Cabrera Guerrero
Historia del Arte
Hermes -en latín Mercurio-, es con razón uno de los dioses más populares de la mitología griega y romana. Es el dios mensajero, por lo que aparece en muchos mitos, portador de noticias, de órdenes… pero es, además, uno de los personajes más entrañables e inteligentes del Olimpo. Imagen por One.

Desde el primer día metiéndose en problemas

Hijo de Zeus y la pléyade (hija del titán Atlas) Maya, Hermes demostró su carácter inquieto nada más nacer.

Con tan sólo un día de vida, se sintió atraído hacia un gran prado en el que pastaban unas hermosas vacas, más grandes en comparación al tamaño habitual, espléndidas.

El pequeño dios, fascinado por estos animales, decidió llevárselas con él. Poco sabía Hermes que estas eran las vacas del dios sol, Apolo, unos animales sagrados. La furia de Apolo cayó sobre él, que muy apañado pese a haber nacido hacía poco tiempo, se libró de castigo alguno, devolvió las vacas a Apolo y como disculpa por el robo, le regaló un objeto que él mismo acababa de fabricar e inventar: una lira, instrumento musical que será de gran importancia en la Antigüedad Clásica, y la cual Apolo aprendería a tocar y dominaría a la perfección, convirtiéndose también en el dios de la música. Hermes fabricó esa primera lira con un material sorprendente, pues era un dios muy hábil y se adaptaba fácilmente a las circunstancias que lo rodeaban: con un caparazón de tortuga.

Conocido como el mensajero, pero encargado de múltiples tareas:

Se tiende a pensar que la única función de este dios era la de mensajero, de intermediario. Pero eso no es cierto, Hermes se ocupaba de más cosas, por ejemplo actuar como psicopompo, es decir, era el dios que guiaba a los recién fallecidos hasta la que sería su última morada: el Hades. Hermes tenía la importante tarea de conducir a las almas de los difuntos hasta este lugar, o de otro modo vagarían por el mundo de manera errante y perpetua, sin encontrar jamás el camino.

También, se asocia como el dios de los comerciantes, probablemente por la condición nómada de estos, los cuales permanecían un tiempo muy limitado en los sitios, viajaban de un lugar a otro con sus productos para venderlos. Como Hermes, siempre estaban en movimiento.

Protagonista o presente en muchos mitos

Como es lógico, Hermes estaba presente prácticamente en cualquier conflicto. Donde hubiera acción ahí estaba el dios, portador tanto de buenas como de malas noticias. Hermes aparece en la gran mayoría de mitos, aunque sea de manera indirecta. Por ejemplo es Hermes el que por orden de Zeus y Atenea comunica a la ninfa Calipso que debe dejar marchar a Ulises (u Odiseo) de su isla tras siete largos años. Es Hermes el que ayuda al rey troyano Príamo a infiltrarse en el campamento griego por la noche para implorar a Aquiles que le devolviera el cadáver de su hijo Héctor y pudieran realizar unos funerales en condiciones. Y es Hermes el que ayuda a Perseo a matar a Medusa cediéndole sus sandalias aladas.

La leyenda de Filemón y Baucis

En esta bonita leyenda Hermes es uno de los protagonistas. Todo comienza a raíz de un experimento de Zeus y su hijo, que en su infinita existencia buscan nuevos retos o entretenimientos. Ambos adoptan la forma de simples hombres mortales y viajan con el propósito de comprobar si la hospitalidad en los humanos sigue latente, ¿serán bondadosos con unos aparentemente pobres forasteros?

Viajaron hasta una antigua región en Asia llamada Frigia, y allí comenzaron a llamar casa por casa, pidiendo cobijo. Sin embargo, los habitantes malhumorados y egoístas les cerraban la puerta en las narices, o se negaban de malas maneras a aceptarlos en sus moradas.

Tras llamar a centenares de puertas, se toparon con una pequeña cabaña fabricada a partir de cañas y paja en las afueras de Frigia.

Allí vivía un entrañable matrimonio de ancianos: el marido era Filemón, y la mujer Baucis. Cuando vieron acercarse a los dioses disfrazados, sin tener la más remota idea que podía tratarse de divinidades, los acomodaron en su humilde cabaña, y trataron a los huéspedes lo mejor posible dentro de sus posibilidades, sirviéndoles la cena, dándoles un lugar en el que pasar la noche…

Filemón y Baucis fueron unos excelentes anfitriones y durante la cena, preparada a base de todos los alimentos que tenían y vino como bebida, la anciana Baucis observó que cada vez que llenaba las copas con más vino, estas nunca se vaciaban. Y esto le hizo darse cuenta que aquellos dos hombres no eran simples mortales necesitados, ella y su querido marido se encontraban ante la presencia de dos dioses.

¡Oh! Baucis se llevó las manos a la cara angustiada y avergonzada, dos dioses en su casa y ellos sin poder ofrecerles nada más. Los ancianos rogaron a sus huéspedes que fueran misericordiosos con ellos y quisieron ofrecerles como ofrenda y sacrificio en su honor el único animal que poseían, una oca vieja y escuálida.

Hermes y Zeus, con una sonrisa, dijeron que dejaran a la pobre oca en paz, que ellos habían sido los únicos que les habían concedido cobijo en toda Frigia, y pidieron a la pareja que los acompañaran.

Filemón y Baucis contemplaron entonces un fenómeno inaudito para los ojos de cualquier mortal: con sus poderes, los dioses inundaron toda la región, que se convirtió en un mar desbocado en tan sólo un instante. Salvaron únicamente la pequeña cabaña, la cual convirtieron en un grandioso templo dorado.

Después de este espectáculo, los dioses preguntaron a ambos cuál era su mayor deseo.

Tras un breve instante, los ancianos pidieron ser sus sacerdotes y guardianes de aquel maravilloso templo que hacía apenas unos instantes era su diminuto hogar. Como estaban tan enamorados, pidieron también morir exactamente al mismo tiempo, de este modo ninguno de los dos habría de vivir sin el otro.

Y así fue, Filemón y Baucis vivieron felices unos años más y cuando eran muy mayores se convirtieron en dos árboles, Filemón en un roble, Baucis en un tilo, y quedaron curiosamente pegados. Más allá de la muerte, de aquella metamorfosis, los amantes seguirían juntos por siempre.

Iconografía del dios

Se trata de una divinidad muy sencilla de identificar en las manifestaciones artísticas. Será representado normalmente como un dios de aspecto joven, delgado pero musculoso, y llevará diversos objetos que lo harán reconocible: un sombrero ancho llamado pétaso con unas pequeñas alas en cada lateral. También irá equipado con unas sandalias de cuerda muy habituales entre la vestimenta griega, con la diferencia que las suyas serán también aladas. Y por último llevará también su caduceo: un bastón dorado con dos serpientes enroscadas que se miran entre ellas y un par de alas en la parte superior. Según cuentan algunas historias, Apolo fue quien regaló a Hermes este objeto, que tenía propiedades mágicas. Es muy similar y no debe confundirse con la vara de Asclepio, que en este caso tiene una sola serpiente enroscada y se asocia con la medicina (por eso es el símbolo actual de las farmacias).

Además de estos peculiares objetos, otros símbolos de Hermes (seres vivos en este caso) serán dos animales muy diferentes: el gallo y la tortuga.


Autora

Escrito por Laura Cabrera Guerrero para la Edición #13 de Enciclopedia Asigna, en 04/2014. Laura es estudiante avanzada en la carrera de Historia del Arte en la Universidad de Barcelona. Aficionada a leer y escribir sobre la historia, el arte, la mitología, la música y la literatura.