Ha sido uno de los intelectuales más notables de México, entre finales del siglo XIX y la primera parte del XX, cuyas ideas siguen generando admiración e influencia por sus contribuciones al progreso cultural y educativo mexicano.
También desarrolló una intensa actividad como periodista, escritor de obras que abordaron las cuestiones políticas y sociales de su época, y dirigente político.
Fue un gran defensor y promotor de la ideología liberal, desde su juventud y hasta su último día de vida.
Primeramente se destacó como autor de novelas, poemas, y cuentos que despertaron el interés de los periódicos de aquellos años que querían tener entre sus páginas las creaciones del autor.
Se graduó como abogado en 1870, formación que sería determinante para más adelante ocupar un lugar de relevancia en la Corte Suprema de Justicia de México.
Uno de los cuestionamientos que recibió fue justamente su apoyo al gobierno de Díaz, a quien se lo considera uno de los grandes dictadores de México.
Díaz, a sabiendas de lo que podría aportarle este intelectual a su gobierno, dejó a un lado las diferencias que los separaban en algunos aspectos y lo sumó a su gestión.
Dentro del Porfiriato se ocupó de lo que más le preocupaba difundir y ocuparse: la educación.
En 1911, Díaz, fue derrocado por una revolución encabezada por Francisco Madero, sin embargo, el aprecio por su trayectoria y aportes fueron fundamentales para que continuase siendo parte de la nueva gestión de gobierno, como embajador en España, un tiempo antes de la caída de Díaz había renunciado como secretario de instrucción pública.
Nació en México, en el año 1848, y falleció en Madrid, en 1912, a los 64 años, mientras desarrollaba su rol de embajador.
Era hijo del novelista Justo Sierra O’Reilly, otro baluarte de la cultura mexicana y de quien heredó la pasión por la literatura, y de su abuelo heredó el interés por la política.